Las obras de la restauración del antiguo lavadero llevan buen ritmo…
Es un buen recuerdo de unos difíciles tiempos pasados dignos de admirar, ya que con la pereza que da pasar la ropa de la lavadora a la secadora hoy en día no me quiero imaginar si hubiera que bajar hasta la orilla del río y ponerse a frotarla con el agua a unos pocos grados sintiendo la grata compañía de nuestro querido cierzo para luego tenerla que subir casi empapada y enrrollada sobre la cabeza. Seguramente no nos cambiaríamos tanto de ropa.
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